Con un par de gestiones y averiguaciones, acudimos al mostrador de Atención al Cliente en el que por fortuna -vaya suerte que tuvo el israelita- estaba la cartera con el pasaporte y el billete de avión en su interior. En Cartagena entablamos conversación con un señor que se ofreció a conseguirnos un buen precio para viajar a Medellín. Para inicios de los 80 la segunda equipación era un producto de marketing de igual valor que la primera.