Mientras, las entidades humanitarias piden que se despenalice la venta de artículos falsificados. En cualquier caso, la relación entre policías y manteros rara vez es violenta: «Casi siempre nos dan tiempo a que nos vayamos. Van detrás nuestra, pero sin meter mucha presión. Ellos nos vigilan y nosotros los vigilamos a ellos», asegura Baye. Aunque a ese dinero hay que descontarle el pago de las multas por vender en la calle y el dinero que se lleva el distribuidor que le entrega la mercancía falsificada.